La fama es un peaje que merece la pena pagar
Es hijo del conocido periodista, novelista y poeta gallego Manuel Rivas. Martiño, que ése es su verdadero nombre, dio el salto a la interpretación cuando sólo era un niño en la serie autonómica Mareas vivas. Estudió Comunicación Audiovisual y retomó su papel actoral cuando estaba a punto de licenciarse. Hoy es uno de los rostros más queridos de la pequeña pantalla. Triunfa en El Internado y ya ha dado el salto al cine, con Los girasoles ciegos, con el que fue nominado al Goya.
¿Cómo supo que quería ser actor?
No lo sabía, pero me di cuenta de que todos los actores estaban locos. Tenía claro que de mayor quería ser uno de esos locuelos.
Pero a usted, lo que verdaderamente le tentaba era la dirección.
Sí, ese era mi sueño. En la universidad me explicaron que para conseguirlo debía dominar el texto dramático. A raíz de eso entré en una escuela de interpretación y acabé descubriendo un mundo que me apasiona y al que quiero dedicar mi futuro más inmediato.
Con una oferta cerrada deja Galicia para instalarse en Madrid.
Sí... compartiendo casa con ocho desconocidos en un piso de Callao. Ahora me he aburguesado y ya vivo solo (ríe). Tuve suerte, yo llegué a la capital con una oferta en firme, hubiese sido más difícil aterrizar sin saber a qué puerta llamar.
Y en Madrid abandonó a Martiño por Martín.
¡Es mi nombre, qué quede claro! Me aconsejaron el cambio, pero es una decisión con la que todavía no me siento satisfecho. No descarto recuperar a Martiño.
Las chicas le jalean allá por donde pasa. ¿Le pesa la fama?
Es un peaje que merece la pena pagar. Se pierden cosas a nivel personal pero no he renunciado a tanto. No es buena idea fumar un pitillo delante de un colegio o asistir a una macrodiscoteca, pero lo asumo.
Arrasa en El Internado y su debut en el cine le ha reportado una nominación al Goya como mejor actor revelación. ¡Casi nada!
Me dedico a esto para poder realizar cosas tan grandes como Los girasoles ciegos. La nominación ha sido algo increíble, pero trato de no tomármelo demasiado en serio. Es un indicio de que estoy haciendo bien las cosas.
Y Donosti es para usted...
Con su cielo encapotado... una de las ciudades más bonitas en las que he estado nunca. De corazón.